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Cómo la medicina se ha vuelto fabricante de mitos, que dan grandes ganancias

El aire puro, fresco es en realidad el mejor probióticio y ahora el mejor psicobiótico.  Pero el aire puro, sin gases, ondas electromagnéticas, y hasta virus, se ha convertido en el más difícil de todos los medicamentos.

En segundo lugar, el agua fue desde el descubrimiento del agua potable, o agua clorada, una de las mayores medicinas del mundo, pues el agua es el  origen de las enfermedades hidrotransmisibles, como el cólera, el dengue, la malaria, las parasitosis, etc. que hasta el descubrimiento de los micro organismos en el siglo XIX, y del efecto  extereminador de plagas y pestes del agua caliente, o el agua clorada, el agua que ya era una de las principales medicinas, no tiene la importancia curativa  y preventiva de la actualidad.

La tercera gran medicina ha sido el alimento y el ejercicio, pues el alimento sin ejercicio se convierte en un problema de salud, al igual que el ejercicio o trabajo sin buena alimentación.

Hoy además de estos elementos la humanidad dispone de medicinas, vacunas, probióticos y psicobióticos, bloqueadores solares, vacunas de ARN,  etc que son  la última novedad.

Pero desde la pandemia, las medicinas, las camas de las unidades de cuidados intensivos, los tanque se oxigeno, y sobre todo las vacunas pasaron a ser el mejor negocio después de la guerra,  seguido por el narcotráfico.

 Dentro de la medicina se han creado medicamentos mito, como los bloqueadores solares, que ayudan mucho a las personas de raza blanca y mucho menos a los de piel más obscura, pero la publicidad hace creer que el cáncer de piel, por el sol, afecta a todos por igual, lo cual no es cierto, afecta mas a los de piel blanca, que se exponen al sol.  Pero el mito de el cáncer de piel por radiación solar, sigue siendo el factor fundamental del gigantesco negocio de los bloqueadores solares

Hoy la ciencia reconoce la valía de los probióticos y de los psicobióticos, pero el negocio de los probióticos es tal, que lo que la ciencia pueda descubrir, sobre que no es igual la flora bacteriana  tanto dérmica, como intestinal en distintas razas, en distintos países, en distintas regiones, a distintas edades, en sexos diferentes, en diferentes altiudes y latitudes, etc., se lo pasa por alto,  porque puede reducir ganancias.  El negocio es hacernos creer que todos somos iguales, esta es la mentira fundamental de la medicina comercial, porque lo cierto es que todos somos esencialmente desiguales y  sólo aparentemente iguales.

Qué son los psicobióticos y cómo estos microorganismos influyen en nuestro estado de ánimo

  • Vicente Andreu Fernández y Elisabet Navarro Tapia
  • The Conversation*
Una mujer quejándose de dolores en el estómago.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

-Doctor, no me siento bien desde hace meses, tengo ansiedad, me cuesta concentrarme.

-¿Y cómo se siente su intestino?

-Disculpe, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

-Mucho, déjeme que le cuente…

Quizá haya escuchado alguna vez que nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados. El eje intestino-cerebro describe un concepto fisiológico que integra todas las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunológicas entre un sistema y otro.

Ya sabemos la importancia del microbioma para que el aparato digestivo funcione correctamente.

Sin embargo, es ahora cuando comenzamos a descubrir las relaciones entre el sistema nervioso central y el gastrointestinal.

Ciertas enfermedades neurológicas y del comportamiento se han asociado a un aumento de la permeabilidad intestinal y al paso de compuestos inflamatorios (llamados citoquinas) y neuromoduladores al torrente sanguíneo, y de ahí a nuestro cerebro.

De hecho, algunas bacterias son capaces de producir dopamina, serotonina o norepinefrina, claves en procesos fisiológicos, de memoria, aprendizaje y comportamiento.

Así pues, la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos nerviosos centrales, como el autismo, la depresión o los comportamientos de ansiedad.

¿Qué son y cómo actúan?

El término psicobiótico fue acuñado en 2013 por un grupo de investigadores del Centro Farmacéutico Alimentario de Cork (Irlanda).

Lo definieron como "un organismo vivo que, cuando se ingiere en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud de los pacientes que padecen enfermedades psiquiátricas".

Diagrama de la conexión entre el cerebro y el intestino.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Los autores sostienen que la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos como el autismo, la depresión o la ansiedad.

Por lo tanto, los psicobióticos se diferencian de los probióticos en que, debido a sus propiedades, los primeros influirían directamente en esa comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino.

Hoy en día es un término controvertido ya que, según algunos autores, debería ampliarse a cualquier intervención que tenga un efecto psicológico a través de cambios en el microbioma intestinal, como el deporte o la dieta.

¿Cómo mandarían estos microorganismos mensajes al cerebro? Se postulan tres grandes líneas de acción.

1. A través de la producción de neurotransmisores (o sus precursores), que viajarían desde el intestino hasta el cerebro a través del nervio vago. Curiosamente, casi la mitad de la dopamina del cuerpo humano (conocida como la hormona del placer) está producida por los microorganismos que habitan en nuestro intestino.

2. Mediante la modulación del principal sistema de respuesta neuroendocrina al estrés: el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA). Su desregulación e inflamación es patente en personas con depresión, esquizofrenia o bipolaridad. El estrés crónico, por ejemplo, activa este eje, y, en el caso de una hiperactividad prolongada, podría generar daños cerebrales debido a una inflamación crónica. Los psicobióticos, a través de mediadores y el refuerzo de la barrera intestinal, ayudarían a atenuar el HPA y disminuir la neuroinflamación. Estudios en ratones con estrés crónico confirman esta hipótesis.

3. Finalmente, los psicobióticos podrían interactuar directamente con nuestro sistema inmunitario, produciendo ácidos grasos de cadena corta. Estos compuestos regulan la función de unos centinelas cerebrales (la microglía), que actúa frente a infecciones y daños en el tejido nervioso. Sin embargo, su disfunción debida a estrés crónico, dieta o sueño inadecuado puede desencadenar neuroinflamación, aumentando la susceptibilidad a futuras enfermedades neurodegenerativas.

¿Y hasta qué punto son eficaces?

Pues depende de cuál escojamos y del problema a tratar. Sería un error pensar que si me tomo cualquier psicobiótico me va a ayudar a disminuir el estrés, dormir mejor o mejorar el estado de ánimo.

Un gráfico de la bacteria Lactococcus.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

El uso de bacterias como la Lactococcus han probado servir para combatir la ansiedad, mejorar la calidad del sueño, y reducir el estrés o la depresión.

Cada psicobiótico (al igual que un probiótico) tiene nombre y apellidos que le otorgan unas características concretas, un código de números y letras (a la que llamamos cepa) que lo diferencia de otros organismos pertenecientes a la misma especie.

Por hacer un símil, todos los perros pertenecen a la misma especie (Canis familiaris), pero existen múltiples razas (cepas en nuestro caso) con características muy dispares.

Por lo tanto, no es de extrañar que encontremos en la literatura científica resultados contradictorios en cuanto a la eficacia de los psicobióticos en estudios clínicos.

Las cepas psicobióticas más relacionadas con la salud mental son las pertenecientes al género LactobacillusBifidobacteriumLactococcus y Streptococcus. Su uso ha demostrado, en general, resultados satisfactorios en ansiedad, calidad del sueño, estrés y depresión.

Sin embargo, recientes revisiones y metanálisis han mostrado que sus efectos son más notables cuanto mayor nivel de ansiedad o depresión haya inicialmente. De hecho, diversos estudios muestran que ciertas cepas no producen efectos cuando se administran a una población sana.

También es importante destacar que es erróneo relacionar una mayor eficacia con tomar una mayor cantidad o una amplia combinación de cepas. Esto no solamente pasa en patologías como la ansiedad o la depresión, sino que también se ha visto en otras tan distintas como la dermatitis atópica, el síndrome del intestino irritable o la enterocolitis necrotizante.

Un hombre con insomnio viendo tu teléfono celular.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Los autores afirman que los psicobióticos, así como los probióticos, pueden ayudar a combatir determinadas dolencias o afecciones, pero jamás pueden sustituir una vida saludable o las visitas al médico.

Por ello, la elección de un probiótico o psicobiótico debería basarse principalmente en su evidencia clínica antes que en la carga de producto que nos ofrezcan.

¿Qué nos depara el futuro en el campo de los psicobióticos?

Afortunadamente comenzamos a dilucidar el mecanismo de acción de los psicobióticos.

Los estudios sobre su eficacia clínica ya comienzan a analizar el porqué de su efecto y su relación con el eje intestino-cerebro.

Estamos viviendo una época de auge en este campo y como consumidores buscamos activamente alternativas naturales para mantener nuestra salud mental, sobre todo tras los trastornos emocionales y conductuales derivados de la covid-19.

La búsqueda en internet de probióticos que puedan mejorar la ansiedad y estrés se ha disparado en los últimos años, pero debemos ser cautos. Estos productos pueden ayudar, pero nunca reemplazar un estilo de vida saludable o el control por parte de un profesional sanitario.

Como hemos comentado anteriormente, la efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción.

*Vicente Andreu Fernández y Elisabet Navarro Tapia son director del Director del Instituto de Investigación Biosanitaria y coordinadora del Máster de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia (España), respectivamente.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí si quieres leer la versión original.

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